“Después de tantos años estudiando la ética, he
llegado a la conclusión de que toda ella se resume en tres virtudes: coraje
para vivir; generosidad para convivir, y prudencia para sobrevivir”
Fernando Savater
El sábado fui a jugar fútbol, "una de las cosas que más me gusta
hacer en la vida", y en el calor y la efervescencia del cotejo deportivo,
irrespeté mi posición en la cancha y entré al área de gol -muy cerca del
arquero-, robé el balón, se lo pasé al delantero y él me lo devolvió. Yo quedé
en el lugar oportuno para patear y hacer un gran golazo, pero... me quedé
quieto, porque me di cuenta que, por el afán, mi mano había tocado el balón, y
eso… ahí y en cualquier parte del mundo, es falta.
Mis compañeros y los del otro equipo, continuaron la jugada y algunos me
alcanzaron a regañar por haberme quedado quieto. Yo les dije que había cometido
una falta y ellos con la mirada me acusaron y algunos se burlaron, hasta hubo
quien me gritó: “no sea bobo que el árbitro no la vio”.
Ante el ridículo de mi honesta acción yo me dije: el árbitro no la vio,
pero yo sí, y eso basta.
Por mucho tiempo recordaré que el sábado no hice el gol, pero fui justo,
dije la verdad, reconocí mi error y lo mejor, fui coherente con algunos
principios de mi vida.
Para muchos fui bobo, pero yo quedé satisfecho porque actúe bien y como
debe ser.
Por: Édver Augusto Delgado Verano
De la próxima publicación: Rasguña
las piedras
(Editorial Libros para Pensar).