Por: Fabián
Andrey Zarta Rojas
Email:
fazaro-10@hotmail.com
Según la
Organización Mundial de la Salud -OMS- para el 2017 los suicidios se
incrementaron un 11,30% respecto del 2016, tasa que aumentó progresivamente
para el 2018. Según los estudios, en la última década (2005-2014) el sistema
médico legal colombiano presentó 18.336 registros por suicidio, es decir 1.833
casos promedio por año (Observatorio Así Vamos en Salud). Esta realidad prende
las alarmas frente a esta modalidad de muerte en el país.
En otros
tiempos, el suicidio era una decisión que tomaban personas mayores de 35 años y
de la tercera edad, porque no le encontraban sentido a su vida.
Al interior de
esa dinámica temporal, existían dos factores influyentes: primero, el rango de
edad y el segundo, que no se acudía a consultas psicológicas debido a que el
suicidio era visto como un hecho relacionado con la locura (Maris, 2000).
Uno de los más
recientes casos de suicidio ocurrió en la ciudad de Ibagué el pasado 6 de
febrero de 2018, en el cual, una señora por causas poco conocidas hasta el momento
y con un niño en brazos llegó hasta el puente de la variante en Ibagué (que de
hecho aún está en construcción), cruzó por la parte lateral del puente y se
sentó sobre el borde con la firme convicción de arrojarse al vacío. El hecho
que deja consternado a cualquiera es: ¿por qué se lanzó con su hijo?, ¿por qué
acabar con la vida de un alma inocente?, pero también, ¿cuáles fueron las causas
que la llevaron a tomar esta trágica decisión?
Observando
someramente el asunto, salen a la luz dos cuestiones: por una parte, la pésima
salud mental colectiva en la población, y por otra, el escaso bienestar
psicológico que tienen las personas en la actualidad.
Estos
dos aspectos si bien son coercitivos, no pueden hacernos olvidar que contar con
una buena salud mental supone tener un estado psicológico óptimo, que desde
luego es el último fin de un buen proceso psicoterapéutico, es decir lograr una
estabilidad emocional, física y espiritual; lo anterior es definido por Karol
Ryff (1989), quien realizó investigaciones exhaustivas sobre el tema.
Como
consecuencia de lo anterior, y observando la dinámica situacional, las alarmas
frente a estos hechos deben encenderse, pero no como lo haría el gobierno
nacional y departamental para atender estos casos, porque hasta el momento no
se ha conocido el primer psicólogo que envíe el gobierno para realizar los
primeros auxilios psicológicos, que es lo que normalmente se realiza ante estos
casos. Entonces la cuestión es: ¿cuenta el Estado con mecanismos para atender
estas situaciones? Y la respuesta salta a la vista.
En ese sentido
los ciudadanos, psicólogos(as), o profesionales en cualquier área del
conocimiento están llamados a poner atención a la persona que se toma la
molestia de contarnos por diferentes medios sus problemas cotidianos, y que
seguramente termina transformándose en decisiones poco asertivas; de allí que se haga
necesario, urgente y preciso, contar con planes nacionales de salud mental para
población, pero ese tema hasta el momento no es relevante para el estado,
debido a que nuestros ilustres políticos ebrios, generan hazañas (como crear
nuevos impuestos y viajar a Europa con dineros públicos) que merecen más
cuidado...(al menos eso parece).
Una vez
entendido el entramado, como investigador sé que existen varios estudios,
planes y proyectos en salud mental, realizados desde luego por profesionales en
psicología a diferentes escalas (desde pregrado hasta doctorado), pero, ¿de qué
sirve tanta documentación sobre el tema de primeros auxilios si no se
operacionaliza? De nada, claramente.
Desde ese
criterio es importante que los psicólogos usen sus herramientas o técnicas, por
todos los medios posibles, cuando se evidencie o sospeche de este tipo de
casos.
Finalmente, el
gobierno nacional ha decidido poner a circular en redes la “línea amiga” e
infografías sobre los pasos que deben seguir las personas para evitar el
suicidio, etc. Esto deja en ridículo a varias dependencias del Estado, teniendo
en cuenta que es lo que siempre hace cuando ocurre un hecho; eso es como llorar
sobre la leche derramada, como también deja entrever la poca efectividad de los
programas de prevención y promoción a la que tanto le invierten las alcaldías.
Referencias.
1.
Maris, Ronald (2000). Comprehensive textbook of suicidology. New York [u.a.]: Guilford
Press. p. 540. ISBN
978-1-57230-541-0.
Fabián Andrey
Zarta Rojas
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