martes, 19 de febrero de 2019

LA PÉSIMA SALUD MENTAL COLECTIVA EN COLOMBIA


Por: Fabián Andrey Zarta Rojas
Email: fazaro-10@hotmail.com


Según la Organización Mundial de la Salud -OMS- para el 2017 los suicidios se incrementaron un 11,30% respecto del 2016, tasa que aumentó progresivamente para el 2018. Según los estudios, en la última década (2005-2014) el sistema médico legal colombiano presentó 18.336 registros por suicidio, es decir 1.833 casos promedio por año (Observatorio Así Vamos en Salud). Esta realidad prende las alarmas frente a esta modalidad de muerte en el país.

En otros tiempos, el suicidio era una decisión que tomaban personas mayores de 35 años y de la tercera edad, porque no le encontraban sentido a su vida.

Al interior de esa dinámica temporal, existían dos factores influyentes: primero, el rango de edad y el segundo, que no se acudía a consultas psicológicas debido a que el suicidio era visto como un hecho relacionado con la locura (Maris, 2000).

Uno de los más recientes casos de suicidio ocurrió en la ciudad de Ibagué el pasado 6 de febrero de 2018, en el cual, una señora por causas poco conocidas hasta el momento y con un niño en brazos llegó hasta el puente de la variante en Ibagué (que de hecho aún está en construcción), cruzó por la parte lateral del puente y se sentó sobre el borde con la firme convicción de arrojarse al vacío. El hecho que deja consternado a cualquiera es: ¿por qué se lanzó con su hijo?, ¿por qué acabar con la vida de un alma inocente?, pero también, ¿cuáles fueron las causas que la llevaron a tomar esta trágica decisión?


Observando someramente el asunto, salen a la luz dos cuestiones: por una parte, la pésima salud mental colectiva en la población, y por otra, el escaso bienestar psicológico que tienen las personas en la actualidad. Estos dos aspectos si bien son coercitivos, no pueden hacernos olvidar que contar con una buena salud mental supone tener un estado psicológico óptimo, que desde luego es el último fin de un buen proceso psicoterapéutico, es decir lograr una estabilidad emocional, física y espiritual; lo anterior es definido por Karol Ryff (1989), quien realizó investigaciones exhaustivas sobre el tema.

Como consecuencia de lo anterior, y observando la dinámica situacional, las alarmas frente a estos hechos deben encenderse, pero no como lo haría el gobierno nacional y departamental para atender estos casos, porque hasta el momento no se ha conocido el primer psicólogo que envíe el gobierno para realizar los primeros auxilios psicológicos, que es lo que normalmente se realiza ante estos casos. Entonces la cuestión es: ¿cuenta el Estado con mecanismos para atender estas situaciones? Y la respuesta salta a la vista. 

En ese sentido los ciudadanos, psicólogos(as), o profesionales en cualquier área del conocimiento están llamados a poner atención a la persona que se toma la molestia de contarnos por diferentes medios sus problemas cotidianos, y que seguramente termina transformándose en decisiones poco asertivas; de allí que se haga necesario, urgente y preciso, contar con planes nacionales de salud mental para población, pero ese tema hasta el momento no es relevante para el estado, debido a que nuestros ilustres políticos ebrios, generan hazañas (como crear nuevos impuestos y viajar a Europa con dineros públicos) que merecen más cuidado...(al menos eso parece).

Una vez entendido el entramado, como investigador sé que existen varios estudios, planes y proyectos en salud mental, realizados desde luego por profesionales en psicología a diferentes escalas (desde pregrado hasta doctorado), pero, ¿de qué sirve tanta documentación sobre el tema de primeros auxilios si no se operacionaliza? De nada, claramente.

Desde ese criterio es importante que los psicólogos usen sus herramientas o técnicas, por todos los medios posibles, cuando se evidencie o sospeche de este tipo de casos.

Finalmente, el gobierno nacional ha decidido poner a circular en redes la “línea amiga” e infografías sobre los pasos que deben seguir las personas para evitar el suicidio, etc. Esto deja en ridículo a varias dependencias del Estado, teniendo en cuenta que es lo que siempre hace cuando ocurre un hecho; eso es como llorar sobre la leche derramada, como también deja entrever la poca efectividad de los programas de prevención y promoción a la que tanto le invierten las alcaldías. 



Referencias.

1.      Maris, Ronald (2000). Comprehensive textbook of suicidology. New York [u.a.]: Guilford Press. p. 540. ISBN 978-1-57230-541-0.


Fabián Andrey Zarta Rojas
fazaro-10@hotmail.com
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Ibagué-Tolima