martes, 19 de febrero de 2019

LA PÉSIMA SALUD MENTAL COLECTIVA EN COLOMBIA


Por: Fabián Andrey Zarta Rojas
Email: fazaro-10@hotmail.com


Según la Organización Mundial de la Salud -OMS- para el 2017 los suicidios se incrementaron un 11,30% respecto del 2016, tasa que aumentó progresivamente para el 2018. Según los estudios, en la última década (2005-2014) el sistema médico legal colombiano presentó 18.336 registros por suicidio, es decir 1.833 casos promedio por año (Observatorio Así Vamos en Salud). Esta realidad prende las alarmas frente a esta modalidad de muerte en el país.

En otros tiempos, el suicidio era una decisión que tomaban personas mayores de 35 años y de la tercera edad, porque no le encontraban sentido a su vida.

Al interior de esa dinámica temporal, existían dos factores influyentes: primero, el rango de edad y el segundo, que no se acudía a consultas psicológicas debido a que el suicidio era visto como un hecho relacionado con la locura (Maris, 2000).

Uno de los más recientes casos de suicidio ocurrió en la ciudad de Ibagué el pasado 6 de febrero de 2018, en el cual, una señora por causas poco conocidas hasta el momento y con un niño en brazos llegó hasta el puente de la variante en Ibagué (que de hecho aún está en construcción), cruzó por la parte lateral del puente y se sentó sobre el borde con la firme convicción de arrojarse al vacío. El hecho que deja consternado a cualquiera es: ¿por qué se lanzó con su hijo?, ¿por qué acabar con la vida de un alma inocente?, pero también, ¿cuáles fueron las causas que la llevaron a tomar esta trágica decisión?


Observando someramente el asunto, salen a la luz dos cuestiones: por una parte, la pésima salud mental colectiva en la población, y por otra, el escaso bienestar psicológico que tienen las personas en la actualidad. Estos dos aspectos si bien son coercitivos, no pueden hacernos olvidar que contar con una buena salud mental supone tener un estado psicológico óptimo, que desde luego es el último fin de un buen proceso psicoterapéutico, es decir lograr una estabilidad emocional, física y espiritual; lo anterior es definido por Karol Ryff (1989), quien realizó investigaciones exhaustivas sobre el tema.

Como consecuencia de lo anterior, y observando la dinámica situacional, las alarmas frente a estos hechos deben encenderse, pero no como lo haría el gobierno nacional y departamental para atender estos casos, porque hasta el momento no se ha conocido el primer psicólogo que envíe el gobierno para realizar los primeros auxilios psicológicos, que es lo que normalmente se realiza ante estos casos. Entonces la cuestión es: ¿cuenta el Estado con mecanismos para atender estas situaciones? Y la respuesta salta a la vista. 

En ese sentido los ciudadanos, psicólogos(as), o profesionales en cualquier área del conocimiento están llamados a poner atención a la persona que se toma la molestia de contarnos por diferentes medios sus problemas cotidianos, y que seguramente termina transformándose en decisiones poco asertivas; de allí que se haga necesario, urgente y preciso, contar con planes nacionales de salud mental para población, pero ese tema hasta el momento no es relevante para el estado, debido a que nuestros ilustres políticos ebrios, generan hazañas (como crear nuevos impuestos y viajar a Europa con dineros públicos) que merecen más cuidado...(al menos eso parece).

Una vez entendido el entramado, como investigador sé que existen varios estudios, planes y proyectos en salud mental, realizados desde luego por profesionales en psicología a diferentes escalas (desde pregrado hasta doctorado), pero, ¿de qué sirve tanta documentación sobre el tema de primeros auxilios si no se operacionaliza? De nada, claramente.

Desde ese criterio es importante que los psicólogos usen sus herramientas o técnicas, por todos los medios posibles, cuando se evidencie o sospeche de este tipo de casos.

Finalmente, el gobierno nacional ha decidido poner a circular en redes la “línea amiga” e infografías sobre los pasos que deben seguir las personas para evitar el suicidio, etc. Esto deja en ridículo a varias dependencias del Estado, teniendo en cuenta que es lo que siempre hace cuando ocurre un hecho; eso es como llorar sobre la leche derramada, como también deja entrever la poca efectividad de los programas de prevención y promoción a la que tanto le invierten las alcaldías. 



Referencias.

1.      Maris, Ronald (2000). Comprehensive textbook of suicidology. New York [u.a.]: Guilford Press. p. 540. ISBN 978-1-57230-541-0.


Fabián Andrey Zarta Rojas
fazaro-10@hotmail.com
Celular: 3208624150
Ibagué-Tolima


viernes, 21 de septiembre de 2018

DEJÉ DE HACER UN GOL



“Después de tantos años estudiando la ética, he llegado a la conclusión de que toda ella se resume en tres virtudes: coraje para vivir; generosidad para convivir, y prudencia para sobrevivir”
Fernando Savater

El sábado fui a jugar fútbol, "una de las cosas que más me gusta hacer en la vida", y en el calor y la efervescencia del cotejo deportivo, irrespeté mi posición en la cancha y entré al área de gol -muy cerca del arquero-, robé el balón, se lo pasé al delantero y él me lo devolvió. Yo quedé en el lugar oportuno para patear y hacer un gran golazo, pero... me quedé quieto, porque me di cuenta que, por el afán, mi mano había tocado el balón, y eso… ahí y en cualquier parte del mundo, es falta.

Mis compañeros y los del otro equipo, continuaron la jugada y algunos me alcanzaron a regañar por haberme quedado quieto. Yo les dije que había cometido una falta y ellos con la mirada me acusaron y algunos se burlaron, hasta hubo quien me gritó: “no sea bobo que el árbitro no la vio”.

Ante el ridículo de mi honesta acción yo me dije: el árbitro no la vio, pero yo sí, y eso basta.

Por mucho tiempo recordaré que el sábado no hice el gol, pero fui justo, dije la verdad, reconocí mi error y lo mejor, fui coherente con algunos principios de mi vida.

Para muchos fui bobo, pero yo quedé satisfecho porque actúe bien y como debe ser.

Por: Édver Augusto Delgado Verano
De la próxima publicación: Rasguña las piedras
(Editorial Libros para Pensar).

lunes, 16 de julio de 2018

CALIDAD CUATRO POR CUATRO


Por: Lic. Édver Augusto Delgado
coloquiosparapensar@gmail.com


“…no olvidaba que su misión era una tarea difícil que tenía que realizar, aun en contra de su voluntad; ya que según la enseñanza de su padre: “no siempre hacemos lo que nos gusta, pero aun así, las cosas se deben hacer bien hechas”.
Libro: LA CIMA de la montaña de los dioses
Édver Delgado

Por el avance acelerado de la tecnología y el mercado competitivo actual, las empresas están continuamente llamadas a ofrecer mejores servicios y productos, y esto les exige no sólo estar a la vanguardia sino caminar continuamente hacia la búsqueda y crecimiento de la calidad que se convierte -cada vez más- en el mejor valor agregado que garantiza el reconocimiento comercial, la permanencia en el mercado, el crecimiento económico y el éxito comercial.

Hoy pensar, sentir y actuar con calidad es de vital importancia, porque gran parte del atraso social, cultural y económico que viven nuestros pueblos se debe a:

-          Un activismo inmediatista que no camina hacia fines sino hacia instantes pasajeros.

-          Una mirada relativista que nos dice que todo vale y se puede. Forma de pensar que le resta mucha esencia a los principios y los valores humanos.

En la sociedad inmediatista y relativista que, por el afán de consumo, hemos ido construyendo, es necesario resignificar la importancia de los pequeños detalles y el valor de las cosas esenciales, porque en ello está el sentido de la vida.
Un primer paso para lograr estos objetivos es caminar hacia la búsqueda de la calidad en todo lo que hacemos, y esta tarea que parece utópica es posible y no es sólo responsabilidad de una, o unas personas (jefes, maestros, líderes, padres, empresarios, religiosos o políticos) sino que es responsabilidad de todos.

El compromiso serio en la búsqueda de la calidad, nos permite pasar de la simple eficiencia a la eficacia, y de una simple existencia a una vida con propósito que camina hacia la trascendencia.

Apostarle a la calidad requiere a su vez, un cambio de los paradigmas que nos condicionan y obligan a actuar con ligereza, sin detalle y por el simple cumplimiento que, resulta siendo un mecánico ejercicios de: cumpli-miento, es decir, de cumplir, mentir y lo peor... mentirnos, porque no somos, sino parecemos. Resultado esto de quien nos enseñó que es más importante parecer que ser.

Por otro lado, ante el auge de las certificaciones internacionales que califican el desarrollo efectivo de los procesos empresariales como indicadores de calidad, es importante caminar hacia el mejoramiento continuo contemplando todos los elementos que repercuten en las organizaciones, sobre todo aquellos que involucran a las personas, porque son ellas las que hacen y determinan los procesos que definen los servicios y productos que comercializan las empresas.

Por estas claras razones, hablamos de un proceso de CALIDAD CUATRO POR CUATRO, capaz de fundamentar la acción individual y colectiva con relación a los cuatro pilares de la educación: ser, conocer, hacer y convivir, y la ejercitación de los principales legados de la Grecia antigua: filosofía, ética, política y estética.
Cuatro pilares de la educación:

ü  La calidad desde el SER, exige el reconocimiento, la aceptación, el empoderamiento y la proyección personal.

ü  La calidad desde el CONOCER, lleva a un ejercicio intelectual que favorece la comprensión y significación de todas las actividades realizadas.

ü  La calidad desde el HACER, implica un serio compromiso para garantizar la eficiencia y la eficacia en todas las actividades realizadas.

ü  La calidad desde el CONVIVIR, permite pensar en todas las personas y buscar ofrecer lo mejor para garantizar con, por y para ellas una mejor sociedad.

Cuatro legados griegos:

ü  La calidad como EJERCICIO FILOSÓFICO, exige pensar y pensarse en relación a las diversas acciones que se realizan.

ü  La calidad como EJERCICIO ÉTICO, exige responder a los principios y valores que favorecen el buen encuentro con las demás personas, las cosas y la naturaleza.

ü  La calidad como EJERCICIO POLÍTICO, lleva a comprender que todas las personas son responsables de la búsqueda de una buena organización social para garantizar el bienestar de la gran mayoría.

ü  La calidad como EJERCICIO ESTÉTICO, motiva caminar continuamente hacia la búsqueda de lo bello, lo justo, lo bueno y lo mejor.

La calidad vivida integralmente desde estos dos cuartetos que se complementan, logra gestar personas capaces de caminar hacia el vivir bien y organizaciones capaces de materializar la calidad más allá de protocolos y formatos.

La calidad desde la clave trabajada, garantiza una coherencia en las personas, porque implica la formación integral y la transformación de la forma de asumir la vida y esto, facilita el desarrollo, el cambio, la mejora continua y la trascendencia.

La calidad, vivida a partir de los fines de la educación y los legados griegos, favorecen en las empresas la vivencia de un ambiente en el que los clientes internos y externos se sienten satisfechos, valorados y bien atendidos.

El proceso de calidad CUATRO POR CUATRO:

-          Acompaña el crecimiento humano, social y económico de la persona, la familia, la empresa y la sociedad.

-          Despierta el interés por caminar hacia el empoderamiento personal y la búsqueda del mejoramiento continuo.

-          Ejercita el trabajo en equipo para la búsqueda colectiva de mejores y rápidos resultados.

-          Impulsa el progreso, el reconocimiento y la trascendencia de las personas, la familia y las empresas.

-          Incentiva en las personas y los equipos de trabajo un cambio de mentalidad que favorece la búsqueda continua de la calidad en todos los procesos.

-          Invita a la construcción de Proyectos Personales de Vida.

-          Logra un cambio positivo de paradigmas para pensar, sentir y actuar con visión emprendedora.

-          Mejora los procesos de comunicación intra e interpersonal.

-          Motiva el buen servicio y la venta efectiva.


Bibliografía:

Albert, Eric y Nhon, Daniel N. (2009). ¡No obedezca más! Una nueva visión en la empresa. Bogotá: 3R Editores.
Covey, Stephen R. (1993). Los 7 hábitos de la gente eficaz, (3a edición). España: Paidós.
Deepak Chopra. (2006). Las siete leyes espirituales del éxito. Colombia: Norma.
Delgado, Édver. (2012). La cima de la montaña de los dioses. Bogotá: Real.
Delgado, Édver. (2014). Pensar y vivir los valores. Bogotá: Fundecopi.
Dyer, Wayne W. (2015). Tus zonas erróneas. Bogotá: Ediciones digitales Libros para Pensar.
Fritzen, Silvio José. (1998). Relaciones humanas interpersonales. 4ª edición. Bogotá: Indo américan.
Goleman, Daniel. (2015). Inteligencia emocional. Bogotá: Ediciones digitales Libros para Pensar.
Hubbard, Elbert. (2015). Una carta a García. Bogotá: Ediciones digitales Libros para Pensar.
Ingenieros, José. (2015). Las fuerzas morales. Bogotá: Ediciones digitales Libros para Pensar.
Kropotkin, Piotr. (2015). El apoyo  un factor en la evolución. Bogotá: Ediciones digitales Libros para Pensar.
Maxwell, John C. (2003). Las 17 leyes incuestionables del trabajo en equipo. Estados Unidos: Betania.
Og Mandino, Agustine. (2015). El milagro más grande del mundo. Bogotá: Ediciones digitales Libros para Pensar.
Perdomo O, Jesús & González B, Javier. (2004). Medición de la gestión de la calidad total:una revisión de la literatura. En: Cuad. Adm. Bogotá (Colombia), 17 (28): 91-109, julio-diciembre de 2004., p. 91-109.
Sanborn, Mark. (2008). El factor Fred. Bogotá: Norma.
Shinyashiki, Roberto. (1997). No le temas a triunfar. Colombia: Norma.
Sun Wu. (1992). El arte de la guerra del maestro Sun Tzu. Colombia: Elektra.

Tarí Guilló, Juan J. (2000). Calidad total: fuente de ventaja competitiva. Murcia: Publicaciones Universidad de Alicante.




jueves, 5 de abril de 2018

LA ADOLESCENCIA, “ÉPOCA BARROCA”



Por: Édver Augusto Delgado Verano.
Coloquios para Pensar

Al llegar la adolescencia, muere la infancia; al llegar la juventud, muere la adolescencia; al llegar la edad madura, muere la juventud; al llegar la vejez, muere la edad madura; y al llegar la muerte, muere toda edad. No puedes desear que llegue una edad sin desear que muera otra (Pegueroles, 1972, p. 73-74).

Lo que la oruga interpreta como fin del mundo es lo que su dueño denomina mariposa (Richard Bach, 1988. Ilusiones).

“El adolescente de hoy es terco, caprichoso, nadie lo entiende, es desordenado, loco y no piensa en el futuro”, son frases que no sólo se escuchan en estos tiempos, sino que a lo largo de la historia han repetido los adultos, porque la condición -“rebelde sin causa”- es tan natural en todas las personas para alcanzar el obligado cambio que lleva a la adultez, como lo es la condición de larva para llegar a mariposa.

Así como la historia occidental vivió -después del medio evo- la época barroca que no era muy bien definida por su condición trasformadora, podemos decir que el niño, mientras cambia de una condición a otra en la adolescencia, vive una época romántica o barroca , ya que en ella no presenta una forma definida: sus características de personalidad están en transformación y tienden a no estar muy claras; su pensamiento se torna crítico y bastante analítico; sus emociones son variables, su estado anímico cambiable y sus gustos bastante conflictivos.

Por adolescencia se entiende el obligado periodo de cambio y transformación de niño a adulto. Recordemos que la palabra adolescente viene del vocablo latino “adolescens, también adulescens que quiere decir “hombre joven”; del participio activo de “adoleceré” que traduce “crecer”, llegar a la maduración, y se deriva también de “adolescentia” que traduce “juventud” (Coromines, 2008), por lo tanto, es un lapso de tiempo especial en el desarrollo humano que permite la transformación y por su complejidad e importancia, requiere del cuidado y orientación de padres y profesores, ya que ellos son los principales formadores, acompañantes y guías.

La palabra procede del latín adolescere que significa crecer o desarrollarse y no de adolescere que significa padecer, sin embargo, dado los cambios sociales de los últimos años, en la sociedad occidental se ha asociado esta etapa de la vida más con lo segundo, esto tiene que ver con el hecho de que al aumentarse el periodo de transición hacia la vida adulta -se inicia la adolescencia en épocas más tempranas y se termina en periodos más tardíos- los adolescentes se han vuelto objeto de todo tipo de estereotipos y en una cosa que consume, todo ello según los parámetros de la sociedad capitalista (Restrepo, 2009, p. 32).

Después de unos cortos años de infancia, juego, sobreprotección y descubrimiento del mundo, el niño se ve -inevitablemente- obligado, no sólo a tener cambios trascendentales sino a experimentar una época de autodescubrimiento que es, fundamentalmente, un periodo de crecimiento físico y emocional que se inicia con la llegada de la pubertad y se extiende: desde los 11 o 12 años a los 18 años en la mujer, y desde los 13 o 14 a los 20 años aproximadamente, en el hombre.

Quienes están viviendo la etapa de cambio son como las larvas que se están preparando dolorosamente para ser mariposas. En estas personas lo que más les genera conflicto es el cambio emocional y de acuerdo a los contextos particulares este se manifiesta de diferente modo. No es lo mismo el hijo(a) único(a), que el que tiene hermanos mayores y el que tiene hermanos menores.

Su desarrollo emocional sufre una desorientación inesperada y desconcertante. Su mente se llena de temores a lo desconocido y ante tal situación, su impulso básico es regresarse en el tiempo, hacia la niñez. (…) Al llegar a la encrucijada del crecimiento corporal por lado y bajo los efectos de la regresión emocional por el otro, algunos ex niños vuelven a experimentar temores variados (como a la oscuridad o a los fantasmas) (Landaeta H, 2008, p. 48-49).

El adolescente vive una etapa necesaria de desequilibrio e inestabilidad extrema o semipatológica, que algunos expertos han llamado: “síndrome normal de la adolescencia”. Esta etapa que es inaceptable para los adultos, es bastante necesaria para el niño y la niña, porque les ayuda a establecer su identidad gracias a la confrontación de sus gustos, caprichos, dudas, creencias y afirmaciones con las del mundo.

Tras el huracán de la pubertad, el organismo tiende a recomponer la armonía de sus formas y entra en la espléndida estación de la adolescencia. En su significado más amplio, esta comprende el periodo que abarca complexivamente casi todo el segundo decenio; en particular, empero, se reserva el nombre de adolescencia a el trienio que sigue inmediatamente a la pubertad y en el cual los fenómenos de maduración psíquica predominan sobre la transformación corporal. La adolescencia es en una palabra, casi el coronamiento y el premio del penoso trabajo de la pubertad, época en la que el organismo se hallaba completamente ocupado en realizar el esquema de desarrollo inscrito en la profundidad del substrato biológico (Canova, 2004, p. 81).

Por los trascendentales cambios en el desarrollo, el adolescente se torna confundido; se opone con valentía a las instituciones y a lo propuesto por el mundo adulto; pide tolerancia, siendo intolerante, y como es sensible a la crítica, se siente perseguido, rechazado e incomprendido. Si no se le trata con benevolencia sus decisiones pueden confundirlo aún más porque es inmediatista y poco reflexivo al momento de actuar en situación de crisis.

Estas manifestaciones se reflejan de manera diferente en los varones y en las mujeres. En el varón, se manifiestan el deseo de ser hábil y ocupar el puesto de capitán en los juegos, su deseo de ser y de ir más allá de su grupo social. Su prestigio más adelante se expresa en su destreza física, su agresividad y su intrepidez (…). En las mujeres, el cambio del ideal de la personalidad es mucho más radical. En ella, las cualidades tranquilas, apacibles, no agresivas, están asociadas con la afabilidad, la complacencia, el buen humor y la figura atractiva (Torres, 2001).

Los cambios bruscos que el niño experimenta en la adolescencia se reflejan en su cansancio, mal humor, incertidumbre, miedo y alejamiento de las leyes que, en algunos casos, le hace dudar de todo y entrar fácilmente a experimentar estados de depresión, porque «de los permanentes conflictos con los adultos, del descontento consigo mismo y con el mundo, de su aislamiento y de la insistencia en su propio yo, nace de una manera más definida la reflexión y la conciencia del yo» (Torres, 2001) que, con el tiempo, le definen su personalidad. No olvidemos que después del caos llega la calma y ésta define la nueva esencia.

Llega un momento en el crecimiento de los hijos, que los padres se preocupan más por los gastos de la educación, el vestido, la salud y el alimento, y ante estos afanes no se dan cuenta que de un momento a otro aparece en sus vidas un extraño que es pero no es el que hasta hace muy poco era el o la consentida de la casa.

Un día cualquiera este individuo multiforme aparece caminando con cierta cadencia o utilizando palabras nuevas que disfruta al saborearlas, tomando nota del impacto que ellas causan en los demás. Otro día decide ponerse una ropa de un estilo o color particular, raparse la cabeza, teñirse el cabello o abrazar la secta de los “sobrevivientes al cambio climático del Sol”, y cuando alguien le consulta la razón por la cual hasta ayer quería más bien inscribirse en el “movimiento contra el cambio climático de la Luna”, responde con una explicación incomprensible o con el consabido encogimiento de hombros que le libra de cualquier responsabilidad en el hecho (Landaeta H, 2008, p. 102).

Ha cambiado su forma de pensar, sentir y actuar; ha cambiado su estilo y sus gustos. Ahora habla diferente e invierte su tiempo en otras actividades. Adios a los juguetes, pero ojo que no se pueden tocar, porque siguen siendo su propiedad.

En verdad lo que aprecian sus ojo, es una multiplicidad de impresiones de las diferentes edades que él(ella) ha pasado y de diversas personalidades que a modo de college han ido pegándose, hasta constituir lo que a primera vista parece una sola pieza (Landaeta H, 2008, p. 101).

Durante la adolescencia las personas consolidan el ideal del yo y, si el medio ambiente lo permite, en esta etapa se cambia el individualismo por verdaderas inquietudes por el bien común. Esta etapa es así, fundamental para el surgimiento y el afianzamiento de valores personales que en el futuro orientan la conducta en el medio social y la formación de la personalidad moral.

Como en la adolescencia se está en crecimiento, el niño experimenta amorfos sentimientos, contrarias convicciones, difusas creencias y extravagantes gustos, porque vive el “ver para creer”, la investigación continúa y la época infantil de las preguntas que había perdido en la segunda infancia (de los 6 a los 10 años). Hoy los nuevos adolescentes, por el bombardeo de modas, luchas, ideologías y tendencias, dudan fácilmente de su realidad y su sexualidad. Son muchos los cambios y contradicciones que lo confunden y -algunas veces- alocadas ideas que le hacen creer que siempre tiene la razón y cuenta con la capacidad de cuestionar duramente la sociedad, la cultura, la religión y los principios éticos.

La adolescencia resulta así un momento crucial para resimbolizar huellas y marcas singulares, un tiempo decisivo para reinscribir ese legado simbólico en “otra escena”: la de un anudamiento temporal, un despertar. Es por ello que, tradicionalmente, se ha enfatizado el carácter de duelo de este “doble nacimiento”; reposicionamiento del sujeto frente a: las figuras parentales idealizadas de la infancia, vacilación y extrañeza frente a la metamorfosis de la imagen corporal propiciada por la pubertad, la caída de las identificaciones colocadas en los “objetos idealizados” de la infancia (Barrantes, 2001, p. 268).

Pero, gracias a la multiplicidad de cambios, el niño se torna más reflexivo y desarrolla el pensamiento formal que le permite distinguir entre lo real y lo fantástico; lo justo y lo injusto; lo imposible y lo posible.

A medida que pasa el tiempo, el adolescente es más profundo y está en la capacidad de analizar y sintetizar sus ideas, porque, «a través de cualquiera de sus elecciones, incluso aparentemente triviales, va, en definitiva, eligiendo el tipo de hombre y el tipo de mujer que pretende ser» (Canova, 2004, p. 90), y por ello -con facilidad- cuestiona los principios establecidos, se contradice, contradice a sus padres y pone en duda muchas verdades que recibió en su primera y segunda infancia.

Durante esta época de crisis el adolescente se torna terco como el adulto e iluso como el niño, y su afán por hacer valer su forma de pensar y por sentirse grande e importante, lo llevan a entrar en conflicto con los adultos y a experimentar una rebeldía que, en muchas ocasiones, ni siquiera él puede comprender, porque está -como la larva- experimentando una etapa de transformación que le forma su personalidad, sus gustos, sus creencias y lo llevan a la madurez, en la que volará con la claridad de sus alas y vivirá bien con la lucidez de sus ideas, esperanzas, fines y utopías.

En la adolescencia su estado anímico es tan cambiante como su organismo, sus ideas y su cuerpo, por esta razón permanece en estado “conflictivo”, luchador, retador, acusador y opositor. Cuando esto suceda:

ü  Déjelo que se aísle convenientemente en su mundo y que le niegue de vez en cuando el acceso a ese espacio privado, sin resentirse o reprocharle por su aparente rechazo.

ü  No le atosigue a preguntas sobre lo que le pasa. A veces ellos mismos no tienen idea de por qué sienten como lo hacen y los “interrogatorios policiales” solo les aumentan sus preocupaciones.

ü  Ponga mucha atención a los mensajes que le envía aun en momentos cuando su actitud pueda preocuparle. En su intercambio verbal, haga lo posible por transmitir con claridad la idea de que mantiene un buen concepto de él (ella).

Le sugiero una estrategia útil a este propósito: al señalarle sus desaciertos o al tratar de corregir algún comportamiento que considere digno de ser cambiado, no utilice el verbo SER (“eres un flojo”, “eres una loca”, “eres una irresponsable”, etc.). Este verbo enfatiza una condición estable en la persona.

En una situación de crítica o de reprobación de la conducta, es mejor recurrir a las formas derivadas del verbo ESTAR (Ej.: “ESTÁS actuando como un loco. No sé por qué lo haces. Tú no ERES así”, “ESTÁS muy descuidada últimamente. ¿Te sucede algo?, etc.).

Esta forma gramatical alude a la conducta que exhibe en un momento dado y no al todo de la personalidad como tal. Haciendo esto por una parte preservamos la confianza del adolescente en la posesión de una buena identidad –la cual apreciamos-, y por otra le ayudamos a ganar confianza en su posibilidad de progreso personal (Landaeta H, 2008, p. 43).

Por la condición amorfa y poco definida, que es típica de toda transformación, los padres y los profesores deben orientar con bastante cuidado a los adolescentes, ya que en esa época:

Se presentan fenómenos relativamente nuevos, como el uso de drogas alucinógenas, mayor número de embarazos entre las adolescentes, mayor frecuencia en contraer enfermedades venéreas en los jóvenes. Mayor tendencia al suicidio, mayor adhesión a tendencias ideológicas radicales, exigencia de una libertad total en lo sexual, menor aceptación de la autoridad paterna y de los profesores (González, 1978., p. 9).

Mientras cambian sus ideales y principios, el adolescente vivencia sentimientos apasionados que lo hacen dudar de todo, de todos y -en muchos momentos- de sí mismo. A pesar de mostrarse fuerte en sus juicios, se deja arrastrar con facilidad cuando encuentra modelos satisfactorios a sus gustos; hace nuevos amigos y consolida pequeños grupos de afinidad por su constante búsqueda de nuevas realidades, y se compromete con relaciones amorosas que le permiten despertar y afianzar sus rasgos sexuales y de comportamiento ante las demás personas, sobre todo ante las de sexo opuesto.

El adolescente de la era tecnológica que se está viviendo, disfruta la música pero llega a ella por el video. Para ellos la imagen les permite descubrir la profundidad.

Conviene tener en cuenta que la realidad grupal es una característica fundamental de la adolescencia. El grupo supone para el adolescente el consuelo en la incertidumbre, en la indecisión y en la angustia. Lo busca porque garantiza su seguridad personal, le ayuda a emanciparse de los padres y a defenderse de la autoridad (Francia, 1987, p. 15).

Diferente a sus años anteriores, el adolescente siente la necesidad de razonar y, por ello, se preocupa mucho por mantener diálogos profundos en los cuales pueda exponer sus puntos de vista sobre las cosas, los sentimientos y fenómenos de la realidad. No olvidemos que -por su condición de búsqueda- está dispuesto al conocimiento que provenga de otras personas y de nuevos ambientes si estos se muestras coherentes. Por esta razón, es conveniente que los adultos orienten el desarrollo de características y actitudes positivas, e inculquen -con el testimonio coherente- una idónea forma de pensar, sentir y actuar que le garanticen gestar una personalidad idónea para la sociedad, capaz de hacer realidad los valores humanos y los principios de la fe.

Por su parte, la adolescencia resulta el momento más importante para consolidar una buena autoestima. Las transformaciones corporales, los cambios de humor, la necesidad de distanciarse de los padres y de encontrar su propia identidad ponen al adolescente en una situación de gran vulnerabilidad e irritabilidad. A pesar de que a veces los “contactos” se tornan arduos, el adolescente no precisa sobreprotección, sino nuestra complicidad para reconocer su valor y consolidar su autoafirmación.

Pese a que el adolescente es rebelde, desordenado, cambiante, incomprensible, crítico y analítico, si es bien orientado se preocupa por el bienestar de las demás personas; vivencia fuertes estados espirituales; busca conformar grupos de trabajo y compromiso social; realiza tareas en beneficio de los más necesitados y son estas actividades las que le permiten descubrir sus gustos, intereses y motivaciones, orientar su vida profesional, emocional y su Proyecto Personal de Vida.


Referencias:

Bach, Richard. (1988). Ilusiones. Buenos Aires: Ed. Javier Vergara.
Barrantes, Ginette. (2001). El duelo en la adolescencia. Una crítica de la versión romántica. En: Donas Burak, Solum. Compilador. (2001). Adolescencia y juventud en América Latina. Costa Rica: Editorial Tecnológica de Costa Rica.
Canova, Francisco. (2004). Psicología evolutiva del adolescente. Bogotá: Ed. San Pablo.
Coromines, Joan. (2008). Breve diccionario etimológico. Madrid: Ed. Gredos.
Francia, Alfonso. (1987). Curso para jóvenes cristianos animadores de grupos I. Documentación y servicio. Madrid: Ed. CCS.
Gonzalez I, Guillermo. Comportamiento y salud, tomo II. Ed. Bedout. Medellín. 1978., p. 9.
Pegueroles, Juan de. (1972). Pensamiento filosófico de San Agustín. Barcelona: Ed. Labor.
Restrepo S, Jaime A. (2009). Desarrollo humano y habilidades para vivir. Manizales: Universidad de Manizales.
Torres M, Gertrudys. (2001). Desarrollo del niño en edad escolar. Bogotá: Ed. Usta.
Landaeta H, César. (2008). Esos `monstruos`adolescentes. Manual de supervivencia para padres. Bogotá: Editorial Alfa.