sábado, 10 de marzo de 2018

CONCIENCIA SOCIAL



CONCIENCIA SOCIAL
Opción para pensar, sentir, actuar y convivir

Por: Lic. Édver Augusto Delgado
edverdelgado@gmail.com

“O nos hacemos responsables del globo globalizado, o estamos involucrados en su destrucción. No podemos asegurar nuestra vida destruyendo la vida del otro. Tenemos que afirmar también la vida del otro” (Hinkelammert, 2001).

“Cumplamos la tarea de vivir de tal modo que cuando muramos, incluso el de la funeraria lo sienta”. Mark Twain.
“Entonces el Señor preguntó a Caín: «¿Dónde está tu hermano Abel?». «No lo sé», respondió Caín. «¿Acaso yo soy el guardián de mi hermano?». Génesis 4, 9.

El presente documento -producto de la reflexión y el análisis continuo- resalta la importancia de cambiar el paradigma, la forma, el estilo como nos comprendemos y comprendemos a las demás personas que con nosotros habitan y construyen el mundo.

Sin pretender pontificar una verdad absoluta, el documento presenta sencillos pero fundamentados argumentos sobre la importancia que tiene pensar, sentir, actuar y convivir a partir de una seria y profunda conciencia social.

Palabras clave: Conciencia, servicio, esencia, apariencia, ser, existir, trascender, pensar.
 
Ante los gritos, desesperos, doctrinas, ideologías y muy diversas y cambiantes formas de entender la vida a partir de los principios filosóficos, políticos, económicos, sociales, morales, éticos, religiosos y espirituales, entre otros, es muy importante buscar los puntos unificadores del comportamiento humano actual, para con ellos lograr síntesis prácticas que nos permitan convivir en la diferencia y construir juntos el mundo.
Ante esto proponemos ahondar en la comprensión de lo que hemos llamado Conciencia Social, que de acuerdo a la satisfacción de las necesidades; el desarrollo de las dimensiones; la ejercitación de las inteligencias múltiples; el despertar espiritual, y la búsqueda de trascendencia gracias al cumplimiento del propósito de vida, es una efectiva mirada de la realidad y mejor forma de poder contribuir con el cambio que la humanidad exige.

La Conciencia Social es una forma sentipensante de entendernos en la realidad y ser capaces de entender a las demás personas. De forma ilustrativa es la capacidad de pasar de ver al otro como otro, para verlo, sentirlo, respetarlo y valorarlo como Otro. Otro con mayúscula, porque no es objeto ni medio, es importante, es vital, es un sujeto con dignidad, poseedor de Derechos y Deberes, es un ser valioso y muy necesario para nuestra existencia.

Pero, en el actual mundo mundializado, globalizado y totalmente interconectado por los intereses económicos, políticos y el poder de los medios masivos de comunicación (radio, prensa, televisión e internet), se viven diversas y contrarias formas de comprensión del ser humano y su realidad con las demás personas que -sin lugar a dudas- dificultan el buen desarrollo comunitario.

La globalización y el mercado que domina el mundo nos ha instalado en una realidad indeseable y dominada por la indiferencia, la lógica especulativa, el olvido y la consagración del capitalismo autoritario que nos da valor por lo que tenemos y no por lo que somos.

Hay dos ejemplos emblemáticos que nos ilustran la urgente necesidad de buscar una efectiva forma de comprendernos en relación a los Otros. Una es la historia de la mujer que fue encontrada totalmente descompuesta en el sofá de su casa, quien había muerto viendo televisión y después de cinco años, los únicos que la echaron de menos y que finalmente la encontraron fueron los de la oficina de impuestos; y la otra la del hombre que durante cinco horas estuvo muero en una silla del metro de Nueva York, rodeado de gente anónima e indiferente que no percibió que estaba muerto a causa de un infarto.

Las situaciones anteriores sólo son una mínima muestra de la indiferencia actual. Hoy tenemos más herramientas para comunicarnos y estar cerca, pero estamos más alejados, silenciados y comprometidos con las demás personas.

Si la razón nos caracteriza como especie humana, tenemos que caminar como lo han hecho muchas culturas del mundo, hacia la vivencia plena de los sentimientos para, desde ellos, preocuparnos por el bien común y lograr unos mínimos principios éticos que valoren y respeten la vida en todas sus manifestaciones, porque muy bien se ha escuchado decir que… la vida es sagrada.

La sociedad, cada vez más globalizada nos exige otras forma de comprensión en las que juega un papel muy importante vivir bajo la mágica sombra del arcoíris y la multiplicidad de estrellas que corren, se chocan, construyen y se divierten en el universo del planeta comunicado.

El mundo oriental gracias a sus filosofías religiosas como el hinduismo, el taoísmo, el budismo y el confusionismo nos enseñan que debemos valorarnos planamente como complementarios y necesitados los unos de los otros. Esta postura es muy cercana a la visión de mundo de nuestros pueblos primitivos en Latinoamérica porque en ellos, era importantísimo el trabajo colaborativa, la ayuda mutua y la solidaridad. En esos pueblos que al leer la historia los vemos con desprecio, se vivía una lógica de conciencia social ya que todos daban lo mejor de sí para el bien comunitario y, gracias a esta entrega amorosa, recibían y vivían bien.
Si nos damos cuenta la lógica oriental y la esencia latinoamericana encajan perfectamente con el llamado de amor, unidad y servicio que profesan nuestras religiones occidentales como el judaísmo, el cristianismo y el islamismo, sólo que en lo oriental y lo primitivo latinoamericano, los valores, la ayuda mutua, la solidaridad y la fraternidad son esencia, en cambio por nuestro lado occidental resulta una exigibilidad ética, que debe ser racionalizada y obligada bajo una ley.  

Hoy, ante la indiferencia y la objetivación de las personas por culpa del consumo, el materialismo y el mercadeo agresivo, necesitamos más que nunca trabajar para lograr el encuentro de subjetividades que se engrandezcan y complementen en la diferencia cada vez más marcada.

Por lo tanto es importante comprender que el Otro no es el subalterno, el inferior, el que incomoda y nos molesta, sino el que nos acomoda y acompaña. El Otro sea hombre o mujer, sin distingo de forma de pensar y comprenderse sexual, religiosa o ideológicamente es por quién vivimos, trabajamos y luchamos día a día.

Ver, reconocer, valorar y respetar a ese Otro, nos hace solidarios y esta característica nos permite reconocer la dignidad para hacerlo sentir persona y ayudarle a transformar su realidad que es también nuestra.

Como seres gregarios que somos, siempre requerimos del apoyo y la complicidad de las demás personas para vivir bien. Prueba de ello es que al momento de nacer y dar nuestros primeros pasos no somos capaces de hacer nada por nosotros mismos.

El descuido en el empeño de cultivar y mantener una relación adecuada con el vecino, hacia el cual tengo el deber del cuidado y de la custodia, destruye mi relación interior conmigo mismo, con los demás, con Dios y con la tierra. Cuando todas estas relaciones son descuidadas, cuando la justicia ya no habita en la tierra, la Biblia nos dice que toda la vida está en peligro (Francisco, 2015, p. 67).

Mounier, en su teoría personalista nos recuerda que nuestra vida está dirigida hacia otro ser: “ser hacia”.

El otro no es para la persona un desconocido, un él, sino un tú. Yo descubro a un hombre cuando súbitamente se me presenta como un tú: tu quoque filii” (Baigorri G, José A. El personalismo cristiano).

El escritor José Saramago, premio Nobel de Literatura, en una visita que realizó a la ciudad de Chíapas nos afirmó acerca del valor de la presencia que ella implica comprender:

Comprender la expresión de esas miradas, la gravedad de esos rostros, la manera simple de estar juntos, de sentir y de pensar juntos, de llorar juntos las mismas lágrimas, de sonreír con la misma sonrisa. Comprender la forma en que las manos del único superviviente de una masacre se colocan como alas protectoras sobre la cabeza de sus hijas, comprender esa corriente sin fin de vivos y muertos, esa sangre derramada, esa esperanza recobrada, ese silencio de quien reivindica, desde hace siglos, respeto y justicia, esta cólera contenida de quien, finalmente, ha dejado de esperar (García, 2005, p. 21-22).

Una sana conciencia social por lo tanto, nos lleva a reconocer que somos necesarios y necesitados de los demás. «En efecto, todos nosotros formamos la humanidad y una sola intervención sobre un ser humano repercute en todos los demás» (Paciotti, 1995, pp. 16-17).

Entendido esto, la Conciencia Social es una forma de pensar diferente que se hace actitud y nos inclina a responder favorablemente a las necesidades de los Otros, a quienes llamamos, prójimo, compañeros, hermanos, amores, amigos y familia; personas con quienes lloramos, oramos, sufrimos, trabajamos, jugamos y buscamos el bien, la justicia y la paz.

(Hoy) asistimos, igualmente, a la necesidad de afrontar conjuntamente los problemas; los riesgos y las amenazas no tienen domicilio, sino que andan por todos los pliegues de la realidad; no son calculables ni previsibles desde un único territorio, ni por unos individuos, ni por unos Estados, sino que caracterizan el modo de vida de los seres humanos. Para los peligros no hay territorios acotados ni clases sociales inmunes: lo que sucede dentro del globo, atañe a todos y afecta a cada uno (García, 2015, p. 15).

Desde una sana conciencia social el Otro nos duele nos preocupa y lo que con él pase nos debe tocar, porque es constitutivo de nuestro ser en el mundo.

Todos estamos llamados a dejar de seguir poniendo las soluciones a nuestros problemas en manos de unos pocos, para ser partícipes activos y protagonistas de las transformaciones, ya que la sociedad la hacemos todos.

La conciencia social exige participación y análisis activo para lograr la comprensión profunda y un sinnúmero de soluciones concretas y gestadoras de cambio.

El bien común no es algo exclusivamente humano, sino de toda la comunidad cósmica. Todo cuanto existe y vive merece existir, vivir y convivir. El bien común particular surge partiendo de la sintonía y sinergia con la dinámica del bien común planetario y universal (Boff, 1996).

La conciencia social nos permite trascender, es decir estar en ascenso. Tra- trans: permanecer en el tiempo y en el espacio. Permanecer en la historia; dejar huella. Ascender: ir hacia arriba, estar mejor, crecer. De ahí que apostarle a servir y ser parte de la solución y fuerza unificadora y no divisora, es estar en un ejercicio de trascendencia que nos lleva a ser ascensores que hacemos trascender a los Otros.

No podemos olvidar que vinimos al mundo para ser infinitos, no finitos. Llegamos aquí para trascender, no para morir. Quien sirve, deja huella. Muy bien dijo la hermana Teresa de Calcuta: “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”.

Pasan los años y no terminamos de conocer a las personas, es más, no nos conocemos a nosotros mismos. Somos unos desconocidos, porque vemos apariencias, algo así como las sombras de las que nos habla el mito de la caverna escrito por Platón hace más de dos mil años. Estamos encadenados a las sombras de lo que el mundo presenta como bueno o malo. La conciencia social nos permite pasar de la apariencia a la esencia.

Hoy, podemos decir que nos hemos limitado a valorar a las personas por lo que muestran, es decir “ser buenos o malos”, pero no las valoramos y no nos valoramos por la esencia de nuestro corazón, por la pureza y dignidad de él. Corazón de carne, corazón vivo, corazón de Dios.

Vivir desde la lógica de la conciencia social implica pensar crítica y analíticamente para no comer entero y lograr entender profundamente la realidad porque:

La mayoría de las sociedades tienen ausencia se pensamiento crítico. Y ese es, justamente, unos de los atributos que debemos rescatar con más interés, pues el pensamiento crítico lo obliga a uno a moverse, a cuestionarse; la ausencia de pensamiento crítico, en cambio, lleva a que otros piensen por nosotros y esto a su vez conlleva graves resultados para la autonomía, la libertad y las posibilidades internas de un país (Arango, 2005, p. 38).

Conciencia Social es entender y entendernos en lo común: en lo de todos, es pensar en, por, para y con los Otros, por esta razón ella se cristaliza en acciones concretas de servicio que nos lleva a: ser yo, viendo en mí al Otro. Ver lo que en nosotros habita de los Otros más allá de las diferencias de raza, ideologías, religión y nivel económico., porque:

En cada uno de nosotros, en nuestras células está "inscrito", "marcado" todo lo que ha vivido la humanidad desde siempre. En nosotros está el hombre de Neanderthal, el campesino peruano, el esquimal o la mujer japonesa. Está el nómada tuareg, la mujer rusa, el niño de la India, el faraón de Egipto. Con toda la responsabilidad y el fascinante descubrimiento de ser esta síntesis. En cada uno de nosotros está todo el esfuerzo de la humanidad, está el dolor de milenios y tal vez la semilla de la eternidad. Está la luz de la vida y la oscuridad de la negación. Está la ignorancia y la visión. Está realmente todo como en toda síntesis que se respete (Paciotti, 1995, p. 27).

El servicio al Otro desde la conciencia social no es paternalista, no es dador de pescado y posibilitador de las necesidades al estilo cajero, sino que moviliza el deseo de aprender a pescar y buscar los medios más efectivos para lograr mejor con las propias fuerzas y no con las prestadas.

Conciencia social es lograr dignidad, honor y confianza siempre. Es ser leal, ser útil y estar dispuesto a dejar el mundo mejor de cómo lo encontramos, como lo dijo Baden Powell of Gilwell a sus Scout.

Dejar el mundo diferente porque lo pensamos, le creemos, lo amamos y le servimos siempre.

Quien vive la conciencia social es amigo, compañero, padre, madre y hermano de los Otros sin distinción de raza, sexo, credo, pensamiento o condición social.

Quien vive a plenitud la conciencia social es cortes y caballeroso. Y como el santo de Asís, ve, valora, respeta y protege a todas las cosas y maravillas de la naturaleza, porque en ellas se descubre la obra del creador que piensa, cree, ama y sirve totalmente.

La conciencia social nos permite sentir la sociedad como parte nuestra:
ü  Es gozarse de ver que todos están bien.
ü  Es ser capaz de pensar y ver lo que otros nos ven.
ü  Es caminar sintiendo el dolor de los Otros.
ü  Es pensar lo que Otros no piensan y meterse en los zapatos del Otro.

Desde la conciencia social las personas sienten asco por la suciedad moral, la indiferencia, la injusticia, la guerra y la deshonestidad que son los males que nos empobrecen y oscurecen el corazón.

La conciencia social es naturalista y profundamente ecologista al ubicar al ser humano como principal responsable de la supervivencia de los Otros y de la totalidad del planeta tierra. Su experiencia ecológica nos invita a vivir lo sagrado de la creación desde una nueva imagen de los demás, de Dios y todo lo que existe. Nos invita a vivenciar una concepción más amplia y cósmica del misterio cristiano y la espiritualidad universal.

Hay verdaderos hombres superiores que viven una vida de completa armonía con la ley moral y que lo hacen sin que el mundo les conozca y sin ser notados por los demás. Solo los hombres de naturaleza noble son capaces de vivir así (Conde, 1995, p. 30).

La Conciencia Social, que nos hace pensar, sentir y actuar diferente para vivir mejor, nos permite un sentir sincero en el que brilla la regla de oro de todas las religiones:

No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti… en eso consiste el Dharma. Tenlo en cuenta. El Mahabarata (Hinduismo, siglo XIII a.C).

Lo que a ti te resulta odioso, no se lo hagas a tu vecino; en eso consiste la Torah; el resto no es más que comentario; ve y apréndelo. El Talmud babilónico (Judaísmo, siglo XII a.C).

La naturaleza humana sólo es buena cuando no le hace a otro lo que no es bueno en sí mismo. El Dadistan-i-dinik (Zoroastrismo, siglo XII a.C).

No dañes a los demás de manera que tú mismo considerarías dañinas. El Dhammapada tibetano (Budismo, siglo VI a.C).

No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti. Confucio, Analectas (Confucionismo, siglo VI a.C).

Tratad a los demás como queréis que ellos os traten a vosotros. Evangelio de San Lucas 6, 31. (Cristianismo, siglo 1 con Cristo).

Ninguno de vosotros es un verdadero creyente hasta que desea para otro lo que desea para sí mismo. La Sunna, del Hadit (Islam, siglo VII d.C).

No adscribas a alma alguna lo que no quieres que adscribieran a la suya, ni le digas a nadie lo que no quieres que te digan. Ésta es la orden que yo te doy y que quiero que cumplas. Bahá´u´lláh, Las palabras ocultas (Bahai, siglo XIX d.C)[1].

(Para Confucio) actuar de forma socialmente correcta en todas las ocasiones era la condición indispensable para vivir de forma civilizada, tanto en público como en privado, y era además la señal inequívoca que distinguía a los hombres superiores de los bárbaros ignorantes (Conde, 1995, p. XXIX).

La caridad es una unción, es una entrega, es un ungir al otro con verdaderas obras de misericordia practicadas desde el don de nosotros mismos.
La caridad cristiana es un despojo y una entrega total, no simplemente un dar cosas y acompañar con un falso tiempo (Nova, 2017, p 55).

El Filósofo de Königsberg (Prusia) Immanuel Kant sintetizó la regla de oro de las religiones en el imperativo categórico desde tres formulaciones, que resultan ser muy precisas ante el llamado a la conciencia social:

Dice Kant: “Obra sólo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal. Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca sólo como un medio. Obra como si por medio de tus máximas, fueras siempre un miembro legislador en un reino universal de los fines”.

La regla de oro y el imperativo categórico kantiano, nos ayudan a comprender la conciencia social desde los siguientes parámetros sociales:
ü  El económico: haz el bien porque cuanto más y mejor estés dispuesto a dar, más grande será la recompensa. Recuerda que las personas están por encima de la riqueza.
ü  El filosófico: haz el bien por el bien mismo, por amor propio y respeto a la ley que ha sido reflexionada.
ü  El humano: haz el bien porque tu bienestar lo requiere y sólo si estás bien podrás ser feliz.
ü  El político: haz el bien porque lo requiere una sociedad que debe ser cada vez mejor y más prospera.
ü  El religioso: haz el máximo bien porque es la voluntad del creador y es la prueba fehaciente del amor que debemos profesar.
ü  El social: haz el bien porque cuanto mejor esté con el grupo, más fácil lograrás tus propósitos. Valora el pluralismo y la diferencia porque es el secreto para respetar los Derechos Humanos.

Ese tratar a los demás como deseamos ser tratados, que puede ser interesado, amoroso, racional o esencial, es la síntesis del llamado lógico a amarnos a nosotros mismos y así amar a los Otros. Si nos duele ser rechazados, pues no rechazamos; si nos duele ser insultados, pues no insultamos, y si nos duele ser invisibilizados, jamás invisibilizamos.

Un sueño de humanidad amanecerá sobre el destino de los pueblos, se ampliará la conciencia humana y se establecerá la paz que ha sido anhelada por las mejores tradiciones culturales y religiosas (García, 2015, p. 14).

Gracias a la conciencia social caminamos hacia la esencia y no simplemente hacia la existencia (ser no simplemente existir). Porque ser es fundamental y existir superficial. Quien es, se descubre plenamente y la plenitud se logra con Otros, no individualmente. Quien es, construye reino, no egos. Viaja empujado y empujando a Otros de forma positiva, no atropellado y atropellando a masas.

La conciencia social nos hace seres capaces de andar con los ojos abiertos capaces de mirar más allá, más lejos, detrás, arriba, abajo y cerca para lograr sinceramente descubrir la necesidad, la carencia y el dolor de los Otros. Es, como lo plantea el papa Francisco, la solidaridad que da el primer paso para llegar al encuentro del necesitado.

La autenticidad de la mirada solidaria consiste en dejarse mirar y percibir un cierto estremecimiento porque el que nos mira nos juzga; es la mirada de quien cuestiona nuestro estilo de vida y nuestra sociedad patógena. La solidaridad nace de un estremecimiento ante la historia del sufrimiento evitable de la humanidad (García, 2005, p. 22).

La conciencia social permite pensar, creer, amar, servir y vivir por los Otros, llamados sociedad, grupo, amigos, iglesia y ante todo Familia.

Pensar en los Otros, creer en los Otros, amar a los Otros y servir a los Otros es vivir plenamente la caridad y esta es real cuando se vive esencialmente y no bajo el yugo de una obligatoriedad. Ser buenos por el hecho de ser buenos, y no porque toca ser buenos.

La naturaleza del ser humano, en su diseño genético, está proyectada para ser buena, para mantener relaciones sostenibles sin muchos quebraderos de cabeza y, desde luego, no está preparada para empozoñarse en el crimen. Por ese motivo, la solidaridad, el respeto y, en general, las buenas obras, no requieren justificación, se hacen porque sí. El crimen, el asesinato, la extorsión requieren de una justificación, de una razón que el criminal encuentra, no en el fondo de su alma, sino en las razones de Estado, en la religión, en los agravios históricos, en lo que sea ajeno a su propio albedrío porque es estremecedor mirarse a sí y contemplarse como antihumano (Larrañaga, 2005, p. 58).

Referencias

Arango J, Mario. (2005). Solidaridad: nociones, enfoques, tendencias y fronteras. En: DANSOCIAL (2005). Derecho a Solidarizarse. Colombia: Dansocial.
Boff, Leonardo. (1996). Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres. Fernández Ciudad: Ed. Trotta.
Conde Obregón, R. (1995). Confucio vida y enseñanzas. España: Verón editores.
Crespo Suarez, Eduardo. (2016). Introducción a la psicología social. Bogotá: Ediciones digitales Libros para Pensar.
Defoe, Daniel. (2015). Robinson Crusoe. Bogotá: Ediciones digitales Libros para Pensar.
Francisco. (2015). Carta encíclica Laudato si’, sobre el cuidado de la casa común. (43). Bogotá: San Pablo.
Fritzen, Silvio José. (1998). Relaciones humanas interpersonales. 4ª edición. Bogotá: Indo américan.
García R, Joaquin. (2005). Globalización y solidaridad. En: DANSOCIAL. (2005). Derecho a Solidarizarse. Colombia: Dansocial.
Goleman, Daniel. (2015). Inteligencia emocional. Bogotá: Ediciones digitales Libros para Pensar.
Hinkelammert, F. (2001). El nihilismo al desnudo. Los tiempos de la globalización. Santiago de Chile: Lom.
Ingenieros, José. (1998). El Hombre Mediocre. Argentina: Ed. Porrúa.
Kropotkin, Piotr. (2015). EL APOYO MUTUO un factor en la evolución. Bogotá: Ediciones digitales Libros para Pensar.
Larrañaga, José M. (2005). Solidaridad. En: DANSOCIAL. (2005). Derecho a Solidarizarse. Colombia: Dansocial.
Nova N, Gustavo. (2017). El poder del amor es el servicio. Bogotá: Editorial Libros para Pensar.
Paciotti, Iris. (1995). El amor como terapia, crecimiento de la conciencia. Bogotá: Ed. San Pablo.
Savater, Fernando. (2015). Ética para amador. Bogotá: Ediciones digitales Coloquios para Pensar.


[1] Bahaísmo o (La Fe Bahá'í). Es la más reciente de todas las grandes religiones reveladas cuyo origen tuvo lugar en Persia, actual Irán, en el siglo XIX. Esta fe es una religión original, sus seguidores se guían únicamente por las enseñanzas de su fundador, Bahá'u'lláh. No debe ser considerada como una secta, ni como un movimiento reformador dentro de otra religión, mucho menos como un mero sistema filosófico, porque la Fe Bahá'í brinda una visión sui generis del devenir social y religioso de la Humanidad a la vez que da la solución viable para todos los problemas aparentemente insolubles de la época presente.

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